
Al final del reportaje gráfico sobre una fabrica de papel higiénico en la República Popular China que nos ha reenviado Rafa (cuantas cosas mandas estos días….) te he traducido unas lineas del libro de Marie Monique Robin Nuestro Veneno Cotidiano, capitulo La cara funesta del progreso. Para darte gana de comprar el libro cuando saldrá en librerías o solicitarlo en las bibliotecas públicas (aprovecha lo público antes de que lo suiciden por escusa de la crisis con C mayúscula de Cabrón Capitalista). No insistiré nunca bastante en lo importantes que son las investigaciones de M.M. Robin (entre otros) para entender que mierda de sociedad hemos heredados y pasamos a nuestros vástagos. Este reportaje fotografico sobre la fabrica de papel higiénico en China es anecdotico: hace algo más de 20 años trabaje en una empresa de reciclaje en Villareal (Castellon- España). Las condiciones de trabajo y de higiene no eran mejores. Eso si, solo reciclábamos las diferentes clases de papelote y de cartón, no fabricábamos papel de culo…
(de forma manual para detectar cualquier defecto)
COMPRE EN CHINA A PRECIO DE CHINA
Y VENDA EN EUROPA A PRECIO DE EUROPA…
…y no se olvide:
CONTINUEN COMPRANDO PRODUCTOSCHINOS…
…CONTRIBUYENDO A CERRAR FÁBRICASEUROPEAS.
Los clientes que compran 1 paquete de papel higiénico, recibirán gratis una docena de bacterias vivas para cultivo.

Marie Monique Robin: Nuestro Veneno Quotiano: .
Página 132: (…) pero es al médico italiano Bernardino Ramazzini (1633-1714) que se debe el primer estudio sistemático sobre la relación entre el cáncer y la exposición a contaminantes o tóxicos. En 1700, este profesor de medicina de la universidad de Padua, considerado como el padre de la medicina del trabajo, publica De morbis artificum diatriba (enfermedades del trabajo), obra en cuál presenta una treintena de corporaciones expuestas al desarrollo de enfermedades profesionales, particularmente de tumores de pulmones. (…) Página 133: (…) Hombre curioso y preciso, a la vez sociólogo, periodista y médico, no vacilando en desplazarse para visitar los talleres, Ramazzini es también un humanista capaz de una compasión rara para aquellos a los que llama los » enfermos del pueblo «. » Le aconsejo al médico que visita a un enfermo del pueblo de no tomarle el pulso tan pronto como entre, como se suele hacer sin siquiera tomar en consideración su condición de enfermo, (…) pero de (…) De preguntarle también cuál es su oficio. (…)
(…) Karl Marx no se equivocará, que citará la obra revolucionaria del médico italiano en El Capital donde avisa que » la producción de enfermedades podría representar un coste escondido por la manufactura industrial”
Página 134 en la revolución industrial del siglo XIX, fuente de una epidemia de enfermedades desconocidas.
Curiosamente, como lo observa Paul Blanc, la preocupación para las patologías desarrolladas por los obreros que trabajan en las manufacturas que florecen por todas partes en Europa y en América en el siglo XIX, no es unánimemente compartida por aquellos a los que se consideran entonces «progresistas» o, según la terminología anglófona, «liberales».
Todo indica al contrario que la ideología del progreso que acompaña la revolución industrial y considera proporcionar, en definitiva, un bienestar universal, relega a un segundo plano los daños sanitarios o medioambientales de la actividad de las fábricas. Paul Blanc cita así el ejemplo de Harriet Martineau (1802-1876), una militante feminista y abolicionista británica, periodista y socióloga – que tradujo, detalle interesante, la obra del positivista Augusto Conde, para quien la reglamentación de la seguridad en el trabajo era superflua, porque consideraba que ésta dependía de la sola competencia de los industriales, en nombre de la doctrina liberal del «laissez-faire» ”dejadlo hacer”.
Harriet Martineau que a menudo es comparada a Alexis de Tocqueville, por el estudio que realizó sobre los Estados Unidos, se hizo célebre con sus enfrentamientos dialécticos con Charles Dickens, el cual, al contrario, preconizaba la intervención del Estado para el fortalecimiento de la seguridad en el trabajo.
Escritor voluntario, opositor inveterado de la miseria y de la explotación industrial, el autor de David Copperfield mantenía relaciones estrechas con médicos, cuyas observaciones sobre las patologías que caracterizaban a los obreros dela Inglaterra victoriana e industrial alimentaron sus novelas.
(…) mientras la clase política sigue globalmente impermeable a las consecuencias sanitarias de la revolución industrial, los médicos no paran de descifrar las enfermedades nuevas que afectan la clase laboriosa.
(…)Página 135: » a decir verdad, la lectura de la literatura médica de principios del siglo XX causa escalofrío. (…)
La obra anterior de M.M Robin (Foto) a Nuestro Veneno Cotidiano