Mientras Paris se enorgullece de reunir a 150 jefes de estados para resolver el supuesto cambio climático antropogénico, el mismo Paris sigue proyectando la construcción del súper aeropuerto de Nantes (inútil como el de Castellón o de Ciudad Real), o de una especie de “parque temático” gigante al pie de los Alpes en Boiron, en una zona castigada por la falta de agua, falta de agua producida entre otras razones por la producción de nieve en las pistas de esquís ubicadas más arriba…pero lo que más me choca es que el gobierno de los gabachos, que se dice tan preocupado por la salud del Planeta nuestro, rechaza estudiar en su Parlamento una proposición de ley para incluir un menú vegetariano alternativo en los comedores de la nación. Ni siquiera se trata de obligar a los peques comer vegetariano una vez a la semana. No. Solo se trata de ofrecerles la posibilidad de comer un menu sin carne. Esta eventualidad permitiría solventar dos problemas. El primero: que los musulmanes puedan comer platos sin cerdo cuando el menu incluye chuleta de cerdo o salchicha, o lo que sea que contenga cerdo. El segundo: iniciar la transición proteínica tan necesaria para mitigar los efectos del supuesto cambio “climático antropogénico”. Si el mundo occidental de los ricos consumiera menos proteínas de origen animal sustituyéndolas por proteínas de origen vegetal, el porvenir ecológico de nuestro planeta se viera modificado en bien. Para lograrlo es indispensable cambiar nuestras costumbres alimentarias. Por experiencia (desde hace diez años llevo el huerto ecológico del colegio Les Rotes de Altea) sé, como todos las personas que tratan con niñ@s, que el aprendizaje debe hacerse en edad temprana. Los comedores escolares juegan un rol mayor en la pedagogía alimentaria de los niñ@s que a su vez influencian a sus padres y a las generaciones venideras.
Por otra parte, reducir nuestra ingesta de proteínas de origen animales reduce también el sufrimiento animal y mejora la salud de las personas y del planeta.
Sufrimiento animal: los animales están considerados como mera mercancía y son desde su nacimiento, mayoritariamente, tratados como objetos, como mercancía, con obsolencia programada: su sacrificio. El ser humano, productor directo de carne o consumidor de esta es directamente, por activa o por pasiva, conscientemente o inconscientemente, culpable de este maltrato animal, desde las gallinas hacinadas en jaulas microscópicas, a los cerdos que no se pueden mover para que no pierdan calorías, a las yeguas que pregnan para este único proposito en Uruguay y Argentina. Y que luego desangran por la noche para recuperar las hormonas de crecimiento para la industria carnica que las inyectará en otros animales jovenes para que crezcan más de prisa. En este mercado negro participa el laboratorio Merck Sharp & Dohme.
Penoso video de denuncia